CARLOS I DE ESPAÑA y V DE ALEMANIA

 En esta ocasión se habían reunido en Burgos los embajadores de Francia, Inglaterra, Venecia y Florencia, que habían formado la Liga Santa y de Amiens. Su proyecto era proseguir unas negociaciones de paz que el Emperador no podía admitir porque en ellas se olvidaba el compromiso contraído por Francisco I para su liberación.

         Fue entonces cuando el Monarca español se dirigió al enviado de Francia para destacar el desleal comportamiento de su amo y retarle con estas palabras: “Ha hecho vil y ruinmente no guardarme la fe que me dio por la capitulación de Madrid. Y si él esto quisiese contradecir, yo se lo mantendría de mi persona a la suya”.

       Estas negociaciones desarrolladas en el Palacio del Condestable de Castilla, en la ciudad de Burgos, desde el 17 de octubre de 1527 hasta el 22 de enero de 1528, se convirtieron pronto en una formal declaración de guerra. Para organizar y asegurar el intercambio de diplomáticos, el Emperador dispuso el traslado a Poza de la Sal, mientras se acordaba el canje de los unos por los otros en la ciudad fronteriza de Fuenterrabía.

         Por las crónicas de alguno de estos viajeros, particularmente por la de Don Andrés Navagero, representante de la República de Venecia, se sabe que salió de Valladolid huyendo de la epidemia que allí se había desarrollado, que pasó el Pisuerga para pernoctar en Villasandino el día 16 de octubre de 1527, y siguió por Isar a Burgos para llegar el 17 y hospedarse en la calle Tenegosa. Elogia la población por su importancia y por sus buenas edificaciones, pero no habla así de las calles que tilda de estrechas y oscuras; tampoco le agrada el clima, que dice ser triste, con frecuencia nublado, frío, de hielos y nieves. Contrasta lo desapacible y largo del invierno con los rigores del calor y brevedad del verano, para sacar la consecuencia de que en Burgos hay diez meses de invierno y dos de infierno. Menos mal que encuentra virtudes en sus moradores y dice: la mayor parte son ricos mercaderes que viven regaladamente y son muy corteses y honrados.

        En esta pintoresca villa de Poza de la Sal estuvieron confinados los comisionados desde el 23 de enero hasta el día 19 de mayo que, acompañados de Don Juan de Cartagena, emprendieron el viaje de regreso para cruzar el Bidasoa el 30 de mayo y recibir a su vez a los embajadores españoles.

        Mientras tanto, el Rey Carlos I de España y V de Alemania, se había ido a Madrid, Monzón, Toledo y Barcelona, para seguir a Italia en el mes de agosto de 1529, después a Alemania y Bélgica y volver a España para entrar por la Bahía de Rosas el 21 de abril de 1533.

        Ya no vue1ve a pisar tierra burgalesa hasta el 28 de agosto de 1538 que pernocta en Aranda de Duero de paso para Valladolid, y los días 22 y 23 de noviembre de 1539 en la ciudad de Burgos, de paso para Francia.

        Es ya el 26 de mayo de 1542 cuando se detiene a descansar en Celada del Camino de paso para Burgos, donde se le espera a comer en el Monasterio de Las Huelgas, y llega a mediodía del 27. Después de rezadas vísperas con la Comunidad, emprendió Su Majestad el camino a Burgos y en el trayecto se encontró con el Condestable de Castilla, Don Pedro Fernández de Velasco, tercer Duque de Frías y quinto Conde de Haro, que había salido a recibirle en compañía del Concejo y del Cabildo de la ciudad.

        La regia comitiva pudo admirar por primera vez la restauración que había tenido en años recientes la fachada principal del Arco o Puerta de Santa María, ornamentada, entre otras estatuas de insignes patricios, con la propia del Emperador Carlos V, vestido de rica armadura, corona imperial, ceñida espada en la mano y una cátela con su dedicatoria.

        Una ligera indisposición del Rey le hizo retrasar su salida hasta el día 2 de julio de aquel año de 1542, cuando fue a pernoctar a Ibeas de Juarros; al día siguiente estuvo en Villafranca Montes de Oca, y el 4 en Belorado; por donde salió de la provincia de Burgos, camino de La Rioja, Navarra, Aragón y Cataluña.

         Ya no se vuelve a ver al Emperador hasta el año 1556 cuando incapaz de valerse por si mismo de sus movimientos por la dolencia que agota sus fuerzas, decide recluirse en el Monasterio de Yuste para esclavizar sus energías, seguir vigilante la marcha de los acontecimientos y finalmente abdicar la Corona en su hijo el Infante Don Felipe.

         Es entonces cuando procedente de Flandes desembarca por última vez en Laredo, entra en la provincia de Burgos por Medina de Pomar el 9 de octubre de 1556, pernocta en el Monasterio de Oña el 10, en Briviesca e1 11, y dolorido de tanto movimiento en literas y sillas de mano, tiene que hacer un alto durante tres días en Monasterio de Rodilla.

       Al fin el día 12 de octubre de 1556 fue llevado directamente al Palacio del Condestable de Castilla a su entrada en Burgos y, se encuentra tan cansado que no puede recibir las visitas para darle la bienvenida que le quieren rendir las autoridades burgalesas. Haciendo un esfuerzo hace al día siguiente cuando también llegan a Burgos sus hermanas las reinas viudas de Francia y de Hungría, que seguían sus pasos acompañadas de un séquito numeroso, a quienes por orden del Emperador se reservaron los honores y suntuoso recibimiento que para él se había preparado, continuando el viaje en su compañía al otro día, hasta la localidad de Celada del Camino, donde pernocta una jornada, continuando su camino al día siguiente hasta Palenzuela, camino de Valladolid.

        Así, en una suprema gracia de Dios, le es permitido a Carlos I de España y V de Alemania, recibir el homenaje cariñoso de sus leales vasallos burgaleses en una de sus últimas etapas del postrer viaje de su vida, mientras se desintegran las pomposas vanidades, el genio y el orgullo del hombre más poderoso de la tierra.