Santa Teresa llega a Burgos con el fin de fundar el convento de las Carmelitas, que actualmente está en el paseo de la Quinta (Burgos). Venía enferma con un mal de garganta bien apretado, “que me dio el camino”, según ella refiere en el Libro de las Fundaciones, así que resultó verdaderamente penoso su viaje en el rigor del invierno. A esto hubo de agregar los temporales de aquellos días que ponían intransitables los caminos hasta el punto de que, el padre provincial Fray Jerónimo Gracián que la acompañaba y otros religiosos que con él venían, tuvieron más de una vez que trabajar para sacar los carros de los trampales.

    Cerca de Burgos, en un sitio que llaman “Los Pontones de Celada”, viéronse en grave peligro porque habiendo crecido el río a consecuencia de las grandes lluvias, hubo que vadearlo por un paso muy estrecho en medio de la inmensa laguna que formaban las aguas desbordadas y ofreciendo el río por ambos lados mucha profundidad. Uno de los carros estuvo a punto de se arrastrado por la corriente.

       Salvado con fortuna aquel último obstáculo, llegaron sin otra novedad a Burgos.